Aguarriba es otro poemario de mi amigo Miguel culaciati que aparece desprendido de todo como lo hace decir a Pavese en el epígrafe inicial. Y desde allí se suelta con una escritura de lo mínimo y nos invita a su huida hacia arriba, es decir hacia el infinito que elige viajar con agua, es decir, fluyendo en un éxodo germinal de enorme potencia simbólica, como un baldazo sobre las infamias del mundo que se proyectan ante nosotros. Las poesías de Miguel sondean lo figurativo, pero ponen rostro específico a las cosas, al viaje que nos late adentro. Aguarriba supone una verdadera vivisección interior, individual y colectiva, hacia las entrañas de lo intocado en páginas en las que se percibe lo que ocurre en el intervalo de las sombras del agua, hay palabras cavándose en las que bucear la profundidad del tiempo y en lo que en él cabe. Miguel es un poeta sutil y discreto; de escritura de los imperceptible, con una andadura promisoria que trata de sujetar en poemas fotográficos; es cultor y continuador de una lírica tenue que navega entre la letra y la retina ampliando el concepto de lo que es poesía. Cala el ser humano como un texto en sí mismo que comienza en el preciso instante en el que abre los ojos y ciertamente suele transformarse en uno solo. Sé que Aguarriba está escrito poco a poco, desde los días del autor, esos en los que deseara que nosotros encontremos caminos en el dédalo de sus sentimientos, sé que se pregunta por el lugar de las cosas y los paisajes pero no como un poeta celebratorio porque no hay nada que celebrar , sino que cuestiona e indaga los límites con notaciones exactas de lo abjecto y su impacto sobre la vida. Siento que estos chorros lacerantes pueden desvelar la dimensión de lo sensorial porque este es un viaje interior-exterior hacia “el bien”, hacia Las parcelas intocadas que pueden bañar purgando o sólo refrescando. El poeta aquí no levanta distancias entre esa realidad y él, sino que se funde, evita la evitación y sabe de su completa residencia pacífica en ella: “al abrigo de lo mínimo/ de las palabras que aún/ otorgan sombra/ que repetimos como un mantra/ ojos cerrados/ palabras escritas con sal / en el fondo de los párpados / palabras que nos dan la mano/ para bajarnos del mundo y del tiempo…. “ En Aguarriba hay “poesía mojante” que repite y repite las señales como conjurándolas contra su desgaste, con momentos que abren nombres y lugares en los que ningún verso seca. Los invito yo ahora a subirse a este pulso lindo al que nos llama: “…entregaré para siempre lo que estás manos puedan dar….” Este pulso Busca quedarse clavado en el corazón de la memoria como esos auxilios que se nos tienden para subir aguaarriba. María Paula Alzugaray