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Artículos periodísticos

Semanas atrás, el ministro de Economía exclamaba: "Hemos tenido la devaluación más exitosa...", expresión que fue reflejada por La Capital y otros medios nacionales. Cabe preguntarse someramente desde qué perspectiva o en base a qué parámetros puede considerarse "exitosa". Seguramente lo ha sido para grandes exportadores o para algunos sectores del campo. Ahora bien: ¿lo ha sido para el pueblo trabajador, para los jubilados, cuando los salarios, jubilaciones y pensiones siguen igual y productos que dudo alguien tenga la osadía de calificar como "suntuarios", por ejemplo el pan, el aceite comestible, medicamentos, etcétera, duplicaron largamente o triplicaron sus precios? ¿Lo ha sido para el pequeño y mediano comerciante, que si lograron sobrevivir al catastrófico año 2002 ven ahora que sus ingresos siguen en pesos y muchos de sus insumos más simples como el papel o un cartucho de impresora valen en U$S, es decir tres veces más...? ¿Lo ha sido para un estudiante que paga más caros sus libros de estudio y ni hablar de una beca o perfeccionamiento en el exterior...? ¿Lo ha sido para un taxista que debe resignar a veces la manutención de su vehículo por los prohibitivos precios de por ejemplo cubiertas, filtros, etcétera? Lo dice claramente La Capital en su edición del domingo pasado: "Los principales productos que componen la canasta de alimentación básica acumulan desde la salida de la convertibilidad aumentos que superan el 110%, lo cual demuestra que la devaluación afectó directamente a los sectores de menores ingresos..." También el costo de la construcción es superior en un 50 por ciento. Esto lo sabe cualquier persona mínimamente lúcida: la devaluación, sin entrar en el debate si era necesaria o no, se llevó a cabo de la manera más salvaje, sin contemplaciones hacia el mercado interno . Ni qué hablar de la distancia respecto del resto del mundo. Así, para quienes no tenemos el privilegio de producir "commodities", si antes nuestra Argentina estaba geográficamente lejos de, por ejemplo Europa, ahora lo está muchísimo más. Recuerdo muchos abuelos viajando a España o Italia para reencontrase con la familia o para simplemente darse un gusto por los largos años de sacrificios. Viajar significa enriquecimiento cultural, intercambio, perfeccionamiento. Ahora la frontera es un muro más como el de Berlín o el de Palestina excepto para funcionarios a los que todos seguimos pagando sus tantas veces inútiles viajes. Con esta sencilla reflexión no intento tirar pálidas, sino simplemente advertir a estos inconscientes que lanzan frases como esa que, al menos, guarden pudor.

Miguel J. Culaciati

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Miguel Culaciati · Rosario, Santa Fe, Argentina
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