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Saavedra Lamas, símbolo de paz.

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Carlos Saavedra Lamas, símbolo de la Paz

Carlos Saavedra Lamas, en el extremo derecho, aparece acompañado en esta foto de 1934 por el ex gobernador de Santa Fe, Manuel María Iriondo (al centro); y Manuel Alvarado, a la izquierda. En 1938, éste último sucedería al Premio Nobel en el cargo de canciller. foto: archivo el litoral

Miguel J. Culaciati (*)

“No hay camino para la paz, la paz es el camino”, la célebre frase de Mahatma Gandhi sirve de buena introducción para el recuerdo y puesta en valor de un notable argentino, primer premio Nobel latinoamericano, el Dr. Carlos Saavedra Lamas. Recordar hombres de valores y trayectorias brillantes puede constituir un ejercicio muy útil y herramienta para la actualidad, máxime cuando se trata, como en el caso que nos ocupa, de un extraordinario personaje que bregó siempre por la armonía interna y externa, el avance en la legislación del trabajo y la resolución pacífica de los conflictos.

En tiempos dónde todo se tensa, dónde ante el menor desencuentro se exacerban los antagonismos y se descalifica al que piensa distinto, enorme relieve adquieren la figura y la obra de este gran abogado, profesor y diplomático. De ascendencia gallega y bisnieto de Cornelio Saavedra, Lamas nace en Buenos Aires en 1878, hijo de Mariano Saavedra Zavaleta y Luisa Lamas Somellera. Casó con Rosa, hija del presidente argentino Roque Sáenz Peña.

Asiste al prestigioso colegio Nacional Buenos Aires para luego cursar la carrera de Derecho en la Universidad de la capital argentina, graduándose en 1903 con la medalla de oro y primer premio por su tesis “Régimen Municipal de la Ciudad de Buenos Aires”. Fue asimismo profesor y fundador de la cátedra de sociología en la Facultad de Filosofía y Letras y también en la de Derecho y Ciencias Sociales, creador de la cátedra de Legislación del Trabajo.

Diputado Nacional en dos períodos; posteriormente, ministro de Justicia e Instrucción Pública durante la presidencia de Victorino de la Plaza (1915-1916), su sensibilidad social lo llevó a elaborar el proyecto de Código Nacional de Trabajo, cuyas disposiciones fueran incorporadas a la legislación argentina a mediados de la década del 40 y ponderadas por quién militaba en otra corriente política, el Dr. Alfredo Palacios. Eran otros tiempos, cuando más allá de las diferencias de la dirigencia política, era posible destacar las virtudes del adversario y tender puentes en la tarea de construir la República. (1)

El Derecho Internacional lo tuvo, sin dudas, entre sus más destacados exponentes. Así, formó parte de la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya y en 1928 por unánime determinación en Ginebra fue elegido Presidente de la XI Conferencia Internacional del Trabajo “en reconocimiento a su intelectualidad magistral”. Presidió también la Asamblea General de la Sociedad de las Naciones y la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales.

Diría Joaquín B. González en el prólogo al libro “Problemas de Gobierno” respecto a Saavedra Lamas: “es un observador certero de los gérmenes sociales y políticos de su país y un estadista equilibrado por el concepto integral de la nacionalidad, no sólo en las palabras o en las fórmulas, sino en el fondo de su corazón y de su conciencia”.

Como si todo lo mencionado fuera poco, donde despliega su más brillante actuación es, sin dudas, como ministro de Relaciones Exteriores de la Nación, durante la presidencia de Agustín P. Justo (1932-1938). Saavedra Lamas había llegado a la Cancillería en tiempos no precisamente fáciles, cuando el mundo no se recuperaba todavía de las consecuencias económicas y sociales derivadas de la crisis de 1929 y ya se hacían sentir las ideologías que terminarían por asolar a Europa y nos llevarían a una guerra mundial que cambió, a un precio terrible, la configuración política internacional.

Influido por el idealismo del presidente norteamericano Wilson (Premio Nobel de la Paz 1919), Saavedra Lamas estaba firmemente convencido de que bregar por la paz y respaldar a las organizaciones supranacionales constituidas en el mismo sentido eran cuestiones legítimas e insustituibles para mantener viva la llama de la cultura occidental. Se trataba de una concepción tan norteamericana como argentina, ya que Juan Bautista Alberdi -en su libro “El crimen de a guerra”- había propiciado mucho antes una organización de la paz sobre la base de la justicia internacional. De modo que si Wilson y Alberdi configuraban el ideal, Saavedra Lamas era la idea puesta en práctica. Su visión de paz no es un mero sentimiento o el evangélico espíritu de un lírico, sino un verdadero proceso de racionalización sobre aquel valor eterno. (2)

Con ese encuadre, el Canciller expresaba durante la conferencia de paz de 1936 “vuestras violencias no modifican vuestros derechos. Cuando se inauguró esta conferencia de paz dije que aspiraba a que la guerra que terminaba fuera la última, que no fuera como todas las otras destructoras sino creadora de principios y derechos y estamos velando y hemos de velar hasta el fin por el cumplimiento de esos postulados”.

La forma en que el Dr. Saavedra Lamas condujo nuestra política exterior en la coyuntura pone en evidencia su habilidad para explotar cada oportunidad que se le presentaba para promover el interés nacional. La incorporación a la Sociedad de las Naciones no fue un asunto fácil y el Canciller participó personalmente en los debates del Congreso, lográndose el objetivo de incorporar, en 1933, el país a la única organización existente por entonces para preservar la paz.

Saavedra Lamas fue coherente al mantener los conceptos fundantes de la política exterior argentina sin importar las presiones, postura expresiva de la importancia de no someter las políticas de Estado a los vaivenes de la coyuntura (una muestra son las medidas económicas y de embargo de armas a Italia por su invasión a Etiopía, tomadas a pesar de las quejas de la comunidad italiana en nuestro país).

Mientras la Argentina se integraba a la Sociedad de las Naciones, nuestro Canciller debió abocarse a encontrar una solución al conflicto armado entre Bolivia y Paraguay, para el que habían fracasado comisiones y la misma Sociedad de las Naciones. Saavedra Lamas, con su característico tesón, continuó intentando una solución a la disputa. Así, en 1935 se constituyó en Buenos Aires un grupo mediador que él presidió y que logró el fin de las hostilidades y la aprobación de un tratado de paz.

Fue también Saavedra Lamas un precursor respecto de las fuerzas armadas internacionales para la paz. Si bien su rotundo “no” al armamentismo era claro, también lo era su posición respecto del mantenimiento de fuerzas apropiadas para un equilibrio militar razonable en la región o para enfrentar situaciones imprevisibles. En este sentido, al referirse a la Comisión Militar Neutral responsable de ejecutar la separación y reducción de fuerzas al finalizar la guerra del Chaco, la llamó “una fuerza internacional enviada como política internacional para separar a dos ejércitos en guerra”. Saavedra Lamas ya pensaba en términos de fuerzas internacionales desplegadas para el mantenimiento de la paz tal como lo hacen hoy los Cascos Azules de las Naciones Unidas.

Otro hito y éxito diplomático notable fue el Pacto Antibélico de No Agresión y Conciliación conocido habitualmente como Pacto Saavedra Lamas. Condenaba las guerras de agresión y la apelación a éstas como políticas nacionales. Por eso establecía el no reconocimiento de cualquier adquisición territorial llevada a cabo por la fuerza. Y, en un avance notable, incorporaba un detallado mecanismo de conciliación para la resolución pacífica de los diferendos. Saavedra Lamas fue un incansable promotor de adhesiones al pacto, logrando en muy poco tiempo, apenas meses, su suscripción por parte de más de veinte naciones incluidos los Estados Unidos, cuestión muy meritoria para la época.

En 1936, a los cincuenta y ocho años, se le otorgó el Premio Nobel de la Paz, estableciéndose como argumento su permanente y abnegada lucha por este valor universal. Así se constituye en el primer Premio Nobel argentino y latinoamericano. “La guerra ha seguido mi paso durante toda mi gestión como la sombra de una tragedia antigua‘, expresaba Saavedra Lamas, y por cierto que el Canciller argentino supo esforzarse y vencer obstáculos en su lucha por consolidar la armonía y la justicia entre las naciones.

En el homenaje que se le hiciera en el 2009, al cumplirse cincuenta años de su fallecimiento, el Dr. Tulio Ortiz, vicedecano de la Universidad de Buenos Aires expresó que “Carlos Saavedra Lamas ha sido uno de los más grandes egresados de nuestra Casa de estudios” y lo caracterizó como una de las figuras inolvidables que dejaron su impronta en el Derecho Internacional. Sus últimas actuaciones públicas fueron la rectoría de la Universidad de Buenos Aires en el período 1941-1943 y, luego, la presidencia de la Academia de Derecho.

Según Arthur Schopenhauer “una vida ejemplar será el mejor obsequio para nuestros semejantes”. Y sin lugar a dudas, uno de estos ejemplos fue Saavedra Lamas quien merecería mayor recuerdo y un homenaje permanente.

(*) Miembro de Centro de Estudios Genealógicos e Históricos de Rosario

(1) Vicente Berasategui. “Carlos Saavedra Lamas”. Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales.

(2) Dr. Jorge Aja Espil. “Carlos Saavedra Lamas y su visión de la paz”.

 

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